768 1024 diraya
contraste entre las basuras y las luces de navidad

Regala cartón y tiempo.

¡Venga!, vamos a repasar rápidamente todo lo que, las personas que seguramente leeréis esto, ya pensáis y más o menos compartís: consumo, competición, falta de tiempo, soledad, individualismo, falta de cuidados (dados y recibidos), falta de espacio personal y falta de espacio comunitario (falta de espacio en general) falta de calma, falta de risa, falta de llanto, falta de aire…casi que me ahogo al escribirlo. …¡vaya! que no sé ni cómo sobrevivimos o quizás es que estamos en trance de desaparecer.

¡Repaso hecho!.

Una de las cosas más escuchadas cuando alguien pregunta qué deseas es TIEMPO. ¿Cómo puede ser que algo tan deseado no lo encontremos por ningún lado?.

Pongámonos a ello, pero no a pensar sobre ello, a hacerlo. (Veo la contradicción, aquí yo, escribiendo, pensando en lugar de haciendo…peeeeeero, esta vez me estoy divirtiendo)

Es tan sencillo como hacer calendario, concretar día y hora y seguirlo al pie de la letra, claro…eso que hacemos para todo menos para aquello que deseamos de verdad.
A saber:

  • Sentarme a mirar el fuego media hora a la semana. Acompañada o sola.
  • Ponerme en bucle la canción de turno, durante quince minutos al día, esto sieeeeempre en soledad. Permite además cocinar, ducharse, lavarse los dientes o incluso, cantar en “modo cronopio”….(dejo el cuento al final para que podáis regalar también cuento-tiempo, si lo veis oportuno)
  • Cenar en la cama viendo “Los Durrell”, “Mi familia y otros animales”, sin pensar en ¿será correcto, encaja con mi ideología, me seguirán queriendo si se enteran?.
    Pues “alguienes” sí y “alguienes” no pero tampoco tengo que contarlo todo.  También en bucle y también sola (los bucles, siempre mejor sola, si no terminan odiándote).
  • Llamar a Ella o coger el teléfono cuando Ella llama, que te ponga otra canción para salir del bucle y recordarnos explícitamente que vivimos juntas.
  • Agradecer ahora mismo, también explícitamente, a quien “a pesar de lo pesada, (no sabes ni como lo hace) sigue a tu lado.
  • Quedar con “otra Ella” los jueves después del trabajo para reírnos o llorar juntas, lo que toque. Esto, acompañada siempre.
  • Escuchar un ratito a mi vecina hablar de lo que sea, casi siempre del tiempo. Tiene mala fama este tema pero os aseguro que aquí es profundamente trascendente y une mucho;)
    (…)
    Parece largo pero son minutos.
  • Y, pasando este punto al principio, porque es lo que me ocupa aquí, todos los sábados, despejar la sala, quizás abarrotada de “cosas” que no sirven para lo importante y poner cartón y presencia que sí sirven. No hay propuestas que hacer, solo ofrecer la posibilidad:
    -podéis JUGAR, yo estoy por si necesitáis algo.

Los análisis sobre lo que generan “ las cosas”, el consumo espeluznantemente capitalista creo que están más que elaborados por personas que analizan mucho mejor que yo. A mí, después de leerlos y entenderlos, a veces a medias (demasiado grande para mí), siempre me preocupa el “y ahora qué”. Una opción sería el suicidio comunitario pero no termino de verlo claro cuando abro la ventana y algún que otro día, veo el sol (escribo desde Bilbao).

No estaría mal releer “Momo” (M. Ende). Para mí es el paradigma de lo pequeño, de eso que dice Galeano “mucha gente chiquita, haciendo cosas chiquitas…”, ahí en el único lugar en el que yo sé moverme.

Mi padre siempre decía aquello de la botella:
-…siempre medio llena.
(No se lo creía ni él)
Y a mí, que no me define el optimismo (porque no se lo creía ni él y yo, hija, no aprendía de las palabras), me ha empujado siempre a rebuscar (agradecida infinito por esta herencia)
– ok, yo la veo medio vacía
(Se enfadaba conmigo) a ver como hago para que no se vacíe por completo (sé que en el fondo le gustaba mi actitud).

Todo parece muy lleno y sin embargo nos queda “vacíocasitransparecia”

Un día, mi hija, en el momentazo “El señor de los anillos” que confieso, nunca he conseguido leer (esto quizás me genere enemistades, o… amistades nuevas…), me trajo un pequeño escrito y me dijo:
– toma ama, Gandalf dice esas cosas que te hacen llorar (…)
No lo encuentro pero hablaba de “…qué hacemos con el tiempo que nos ha sido dado…”, así, con esa sobrenaturalidad que tiene Gandalf. Yo, por lo poco que conozco del tema, me siento más, terrenal, más hobbit:
¡Cartón y tiempo!

Parece fácil pero sabemos que no lo es. ¿Qué cara pondrá tu suegra cuando te pregunte qué le regala a su “nietaquerida” y le digas:
– muchos cartones y hacernos la comida todos los sábados durante un año?
Para poder estar ese rato con tu hija.
Quizás ya lo hace y no se ha dado cuenta, puede que ni tú misma o tú mismo te hayas dado cuenta de que es de los mejores regalos que te pueden hacer y quizás estás (estoy) utilizando ese tiempo para “producir” un poquito más.

Imagino que ya sabéis a qué me refiero pero voy a insistir en ello, aquí sí, en lo pequeño seguiré, seguiremos insistiendo.

Mi padre y mi madre nos dejaron jugar, nos dieron tiempo y espacio porque también jugaban, siempre he sabido que jugaban.

“La leonera” era el nombre que le habían puesto mi habitación. El nombre ya tenía subtexto: “¡aquí hay cancha!”
Allí, apenas había reglas de orden, sólo cuando empezaban los gritos y el sonido de golpes en las espaldas (siempre nos dábamos golpes en las espaldas, era nuestra forma de pegarnos), venían a separarnos y un ratito cada cual a su habitación, Sin culpas ni rollos:
-¡Pegaros no!
– ha empezado él, ha sido ella…
No sabían de “educación creadora”, de “comunicación no violenta”, ni de “escucha activa” pero nos daban ¡¡¡tiempo!!!. Lo llamaban castigo, ¡qué incorrecto! y sin embargo, nunca nos dolía en el alma, ¡qué curioso! Ironía, mía y de la vida.

¡Tiempo!
Tiempo para serenarnos y que la sangre no llegase al río, tiempo para jugar, tiempo para hablar, tiempo para ayudarnos con los deberes y tiempo para no hacer deberes, tiempo para contarnos cuentos cada noche y para escucharlos en la radio los sábados por la mañana (ayyyyyy, con los cerdos del matadero cercano chillando, se me llena el cuerpo de surrealismo y contradicción).
Tiempo para ir a ver a la familia en formato excursión, ¡todo el día para llegar a Salamanca!, horas y horas de coche. Conseguían aplacar el -¿cuánto falta?- cada cinco minutos y transformarlo (sin pantallas) en “un sarao”, cantando, parando mil veces para ver de nuevo los lugares en los que ya habíamos parado mil veces, sujetando con la espalda el respaldo de los asientos de atrás que estaba roto y que en cada curva se nos venía encima con las maletas. Con la risa, siempre terminaban aplastándonos pero sobrevivimos. Tiempo para que el coche se estropeara en todos y cada uno de los viajes y terminara arrastrado por la grúa recorriendo Valladolid con mi hermano, mi madre y yo dentro…estoy nostálgica…y agradecida, ¡muy agradecida!

Seguro que os suena. Habremos vivido cosas parecidas, seguro.
Aprovecho para pediros: ¡contádselas al mundo o, preferiblemente, al vecino de arriba!, igual tenéis suerte y se anima a regalaros las suyas.

Me niego a caer en el “cualquier tiempo pasado fue mejor” porque no lo creo y a la vez, en cualquier tiempo echamos en falta algo. Eso sí lo creo y en este, nos falta tiempo. Mi abuela diría:
-¡bah! tiempo, tiempo, os sobra y lo quemáis sin quedaros siquiera contemplando la maravilla de las llamas.
Seguramente tendría razón.

¡Venga!, ¡Cartón y tiempo! Tampoco será tan difícil encajar en el calendario semanal dos horitas (había puesto tres pero me he corregido, no quiero asustar a nadie) para estar al lado de esa persona (hija, sobrino, la hija de la vecina de arriba o de abajo…), armada/e/o con cinta de embalar, unas tijeras y poco más. Solo necesita cartones, algunas telas y tu mirada puesta en “qué necesita”. No tienes que tener ideas “Disney”, ni fuegos artificiales, ni tienes que convertirte en actriz para animar socioculturalmente el cotarro, no tienes que ser la más divertida de la fiesta (esto me liberó infiniiiiito al descubrirlo, nunca lo fui), solo “asistir”
(…) ya (…)
-Y ¿qué es asistir?, y ¿ahora qué?
Lo pequeño.
Tanto rollo para llegar a lo pequeño, en pocas palabras.

Así, en pocas palabras pero con mayúscula, ASISTIR:

Dar trozos de cinta de embalar cuando necesita pegar algo, sujetar el cartón que quiere cortar y se le dobla porque ¡no tiene cuatro manos!, retirar los muebles que le molestan o ayudar a traer los que necesita, sacar de la balda de arriba del armario de arriba (¿porqué siempre está tan arriba?) la sábana de la cama que guardas por si viene quien no viene nunca, para que pueda construir su tejado, su capa o su vestido de “vayaustedasaberqué” y, ni falta que hace que usted lo sepa. Usted está ahí para Asistir, no para dirigir.

Estás para comunicar que le regalas tiempo, vínculo, que te importa lo que necesita y que te gustaría colaborar en ello sin necesidad de que tenga que explicarte lo que está haciendo. Porque te basta con ver su placer, su ensimismamiento. Comunicar que no necesita tus ideas, que esas serían para tu juego, que ahora estás para cuidar del suyo.

Un poquito de cartón y tiempo.

Ahora vendrían tres pequeñas notas aclaratorias pero se me han ido de las manos, así que si a alguien no le interesan puede saltárselas hasta el regalo prometido.

La primera:

Me monto un lío tremendo con el género cuando escribo así que lo he ido alternando como me ha dado la gana. Empecé poniendo “ao” (hijaos) que pone mi amigo Antoine Horb en sus escritos y que, como dice Brigitte Vasallo, estas cosas, al menos generan tensión y disonancia. Ortográficamente incorrecto, políticamente activo. La dificultad para leerlo me ha desanimado así que no me resisto a nombrarlo “activamente”. Hay quien se vive “e”, o “a”, o “o” y yo, que el tema me importa mucho-mucho, no termino de decidirme por la forma (sí por el fondo). Para mí, un género neutro que englobe toda la diversidad, la idea en sí misma, me funde el cerebro pero este tema lo dejo para otros escritos
Recomiendo “Lenguaje inclusivo, exclusión de clase” de Brigitte Vasallo, dice; -quién incluye a quién, y muchas, muchas más cosas.

Aquí va la segunda:

Dónde pongo “cartón” puedes poner lo que quieras. Mirad qué es aquello con lo que no se puede jugar porque «ya viene todo dicho» y qué es aquello que abre todas las posibilidades. Dónde pongo asistir con cinta de embalar y tijeras pon el café de la mañana, la mantita en el sofá o cualquier otra forma de comunicar, te miro, te veo y me encantaría cuidarte de la manera que tu necesites y dónde pongo niñe/a/o pon cualquier persona de cualquier edad.

También este es otro escrito.

Y la tercera:

Esto va del tirón, sin llamar a mi correctora querida (¡dale!, vulnerabilidad: puntúo fatal y dicen, que dicen, que ronco, que no viene a cuento pero libera contarlo;).
Así que, si encontráis errores y queréis corregir, puntuar, modificar, ampliar, reinventar…todo es posible.
Si corregís, puntuáis, modificáis, ampliáis, reinventáis y lo compartís conmigo, ¡¡¡AGRADECIDA!!!

Copio aquí lo prometido, para no ir dejando deudas por ahí:

El canto de los cronopios

Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se
entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por
camiones y ciclistas, se caen por la ventana y pierden lo que llevan
en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.

Cuando un cronopio canta, las esperanzas y los famas acuden a
escucharlo aunque no comprenden mucho su arrebato y en general se
muestran algo escandalizados. En medio del corro el cronopio levanta
sus bracitos como si sostuviera el sol, como si el cielo fuera una bandeja
y el sol la cabeza del Bautista, de modo que la canción del cronopio es
Salomé desnuda danzando para los famas y las esperanzas que están ahí
boquiabiertos y preguntándose si el señor cura, si las conveniencias.
Pero como en el fondo son buenos (los famas son buenos y las
esperanzas bobas), acaban aplaudiendo al cronopio, que se recobra
sobresaltado, mira en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito.

Julio Cortazar
“Historias de cronopios y de famas”

 

Una última nota aclaratoria, ¡lo juro!:

Si conseguís “Historias de cronopios y de famas”, son dos minutos cada noche (alguna puede llevarte tres o cuatro) para leer, uno por noche, a quien tengas al lado (sirve gata, yo no puedo evitarla aunque lo intente).

Y, más allá de la climatología que nos preocupa tanto, en Bilbao en general y a mí en particular, ¡¡¡Buen Tiempo!!!

 

Vega Martín