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¡VENGA! TU SOLITA PUEDES!

¡VENGA! TU SOLITA PUEDES!

Pues resulta que es mentira, que no es verdad, yo solita, yo solita…(aquí le pondría tono con un gif de un niño que me escupe a la cara que me suele enviar mi hija cuando en medio-broma-total-cariño, en realidad, me quiere mandar a la mierda)

Cuántas veces habremos escuchado esto de “tu solita”, de pequeñas y no tan pequeñas. Y cuantas veces se lo habremos dicho a nuestras hijas e hijos, con la mejor intención y con la convicción de que con esto favorecemos su autonomía y convencidas también de que así, estamos dando apoyo. 

¿Dar apoyo y a la vez dejar salir estas palabras ¡Tú puedes!?

A mí cuando me las dicen me provoca decir: “¿pero te vas a ir?!!!!”

Esta mañana he visto una imagen de una flor saliendo en medio del asfalto. La frase que la acompañaba era “¿Cómo no vas a poder si he visto salir flores del asfalto?”.

Quería poner una reacción pero ninguna de las que ofrece facebook me satisfacía. No me gustaba exactamente, ni me enfadaba, ni me hacía gracia, ni me sorprendía…quizás me importaba pero habría que matizarlo (en ello estoy). Lo que me pasaba es que me generaba ambivalencia.

Sé que es una frase que trata de ser empoderadora, palabra que también me genera muchísima ambivalencia.

Estoy pensando que casi todo me genera ambivalencia, todo tiene una cara A y una B, cuando no muchísimas más. Mis eternas dudas…

Pensaba en esa flor rompiendo el asfalto y al identificarme con ella, podía sentir la fuerza pero también el dolor. Esa flor sola intentando romper, lo casi irrompible, para poder sobrevivir.

Creo que podríamos hacer que doliera un poco menos.

Sola. 

No hablo de esa soledad elegida, no esa soledad que canta La Mare:

Con esa soledad disfruto mucho pero no, aquí no se trata de eso…Todas y todos sabemos de qué soledad se trata.

Cuando piensas que no puedes, cuando te sientes débil, cargada de exigencias y te arrastras como alma en pena por la vida, dándote pena de tí misma, el Tu sola puedes”, añade diez de kilos más. Aún tenías la esperanza de que alguien cogiera algo de peso por tí y entonces, en este momento, esta frase resulta lapidaria.

Sí, estoy convencida de que yo puedo cuidar de mis necesidades y que además soy responsable de ello (no la única, pero ese es otro largo tema) pero no creo en el Sola” de forma individual e individualista. Jamás he logrado hacer nada sola, ni siquiera cuando estoy aquí sentada, “sola”, sin nadie en la casa, sin escuchar ninguna voz ni sonido ajeno a lo que sucede en mi mesa, más allá de las teclas del ordenador y de Nina Simone 

Está aquí de ese montoncillo de personas que de muchas maneras pululan entre lo que voy escribiendo.

¿Esto es hacerlo sola?

Yo puedo en este momento escribir sola, si no tengo hambre, cuando he comido esas verduras que ha cultivado “alguien” con nombre propio, si he descansado en esa cama que me regalaron mis amigas Esti, Isa, Patri, Itzi y Mari y que también hizo “alguien”. Puedo sola si no tengo frío porque la chica de la oficina de “nosecomosellama”, la oficina no la chica (Sara), me haya ayudado a rellenar montones de documentos para pedir una subvención, para cambiar las ventanas por las que, aún cerradas, entraba el viento, sin Manolo que me ha cambiado las ventanas, sin Mónica que me ha recomendado a Manolo y sin Igor que cogerá este texto y hará cosas con él en el mundo ciber para poder comunicarme contigo.

¿Sola?, ¿de verdad?

Sé que no puedo sola y sobre todo no querría poder. 

La fuerza no creo que esté en hacer todas las cosas posibles sola, la fuerza creo que está en establecer relaciones y vínculos que se enredan, en el mejor sentido de la palabra, que se hacen red. En saber que por muy sola físicamente que estés sabes que eres capaz de pedir apoyo porque existen, de hecho, esas personas que te apoyan y te sostienen cuando cuando estás hecha mierda.

Es por esto por lo que sobreviven las niñas y los niños, por lo que puede crecer y aprender

La autonomía nada tiene que ver con la soledad y la interdependencia tampoco tiene que ver con la debilidad. 

La autonomía es conocer mis capacidades, posibilidades y poner en marcha la capacidad de pedir ayuda cuando lo necesito.

Por favor, cuando esté hecha mierda, no me digas “tú puedes” (ni anímate), dame un pañuelo para sonarme los mocos y quédate a mi lado un rato.